AVENTURA

Costa Rica: Una semana en el rincón más verde del planeta

Una semana perfecta en Costa Rica significa encontrar, todos los días, una nueva forma de relacionarnos con el mundo natural.

Costa Rica.Vive una aventura en Sarapiquí
Escrito en DESTINOS el

Apenas llego a Costa Rica, las flores que se cuelan con espontaneidad en la terraza de mi habitación en la Quinta Sarapiquí, el rugido de los monos araña que rompen la noche y la sombra de las aves que vuelan como ráfagas frente a la ventana, me recuerdan lo gravemente lejos que estoy, todos los días, de la naturaleza, y por qué, la nación centroamericana, se ha convertido en uno de los destinos predilectos entre los viajeros que, como yo, queremos escapar unos días del dinamismo metropolitano.

Afortunadamente, me espera una semana para adentrarme a lo más profundo del paisaje costarricense y descubrir qué es lo que guarda en su faceta más elemental: la que se revela en el agua, la tierra, el aire y el fuego.

Expedición guiada en el río Sarapiquí. Foto: Domingo Álvarez.

El curso del río

Para entender la región de Sarapiquí, hay que seguir el camino del río que la atraviesa y cuyas aguas cuentan la historia de las batallas decimonónicas que impidieron la invasión filibustera comandada por William Walter. Hoy, el torrente de 85 kilómetros es la columna vertebral de un cantón de clima tropical y naturaleza indomable que se explora mejor desde el agua: ya sea a bordo de una balsa que desciende entre rocas feroces y torbellinos impredecibles, por alguna de las secciones designadas para practicar rafting con diferentes grados de dificultad; o, en un recorrido guiado a bordo de una pequeña embarcación de motor que, río abajo, se desliza con parsimonia entre la exuberante biodiversidad local que incluye colibríes, oropéndolas, monos araña, perezosos, murciélagos y cocodrilos.

Los bosques de Sarapiquí son casa de más de 500 especies de aves. Foto: Domingo Álvarez.

Con los pies en la tierra

La estructura de ramas envueltas en hojas descansa en el aire como las raíces flotantes de un árbol inexistente, pero basta acercarse un poco para distinguir el discreto andar de las hormigas que usan el sistema de caminos diseñados por Juan Amighetti, gerente general de Aguas Bravas y quien ofrece recorridos guiados por la granja de hormigas que revela el dramático mundo de colonias organizadas en complejas estructuras sociales que sucede bajo nuestros pies.

En Costa Rica, la tierra se mueve con la urgencia del agua y la vitalidad del fuego. Entre volcanes, selvas, cascadas y montañas, la vida a ras del suelo se expresa en la riqueza mineral responsable de sus legendarios granos de café, en la suntuosidad de sus frutas, en la alegría de los agricultores que comparten con orgullo sus cultivos y en su imparable dinamismo. Como el río, la tierra no es la misma cada vez que se visita.

Tour de cacao en la reserva Tirimbina. Foto: Domingo Álvarez.

Para comprobarlo, realizamos una caminata nocturna en la Tirimbina, una reserva y destino ecoturístico con nueve kilómetros de senderos entre la selva, y un completísimo programa de actividades que incluyen tours de murciélagos y una demostración del proceso de transformación del cacao en chocolate. La excursión, que incluye cruzar un puente colgante de 262 metros de longitud y 22 de altura, envueltos por el rugido del río y el aleteo de la alas de los murciélagos, no pone frente a frente con serpientes, tarántulas, ranas venenosas y hormigas bala de más de cuatro centímetros. 

Navegar el cielo

Si las hormigas revelan los secretos más profundos de la vida natural que, desde la transportación hasta la hospitalidad, rigen el turismo en Costa Rica, un vistazo desde las alturas expone el intrincado sistema de conexiones que anima sus pletóricos paisajes. Aventurarse en alguno de los legendarios circuitos de tirolesas que se levantan en los disímiles ecosistemas que visten al país ofrece una mirada única –y a toda velocidad– de la relación que se ha formado entre los diferentes habitantes del paisaje. En Sarapiquí, por ejemplo, el recorrido por la parte más alta de los árboles ilumina la conexión que existe entre los tucanes y los monos que las habitan, y los caminos de hormigas que vimos muchos metros más abajo.

Circuito de tirolesas. Foto: Cortesía ICT.

Nuestra aventura aérea continúa al sur, en las montañas de la provincia de Cartago, al sureste de la ciudad de San José, en donde el Hotel Quelitales nos recuerda que en Costa Rica es fácil elevar el vuelo. Desde una caminata guiada al amanecer para observar aves en las inmediaciones de la propiedad, hasta el atardecer en la habitación Reinitas (todas tienen nombres de aves de la región) que parece suspendida entre los árboles, a la misma altura de los tucanes y oropéndolas que nos visitan, aquí, adentrarse en la naturaleza exige cierta ligereza.

Habitación Reinitas en el Hotel Quelitales. Foto: Domingo Álvarez.

La energía del fuego

Al anochecer, en esa misma habitación, un concienzudo y muy relajante tratamiento con piedras calientes en manos de Graciela, la masajista del Hotel Quelitales, pone el punto final a una jornada dedicada a la recuperación a través del calor.

Por la tarde, un recorrido por la Hacienda Orosi –que incluye un distendido sendero por los campos cafetaleros que corren por las colinas, en donde un grupo de guías narran el proceso de producción de la icónica bebida, y un almuerzo en su cocina especializada en platillos internacionales y comfort food– se antoja como la manera perfecta de culminar una semana en Costa Rica: ahí, abrazado por el calor de sus siete piscinas de aguas termales, que se extienden ante un valle flanqueado por colinas, me parece más evidente que nunca lo cerca que estoy de la naturaleza.

Plantíos de café en la Hacienda Orosi. Foto: Domingo Álvarez.